Cuando de la verdad se habla, aplica la frase “no se puede tapar el sol con un dedo”, verdad como la que se vive en las calles de Cartagena, donde las víctimas son mujeres, y niños que a diario sufren de explotación sexual.
Hablar de explotación sexual, no es un tema que solo le compete a las autoridades estatales, puesto que es un tema humanitario que nos hace responsable a todos, y cuando me refiero a todos, hablo de todas las clases de Instituciones sociales, cuya función nace para guiar las acciones manifestadas por la sociedad, entendiendo que la explotación sexual, es considerado como un acto que desde sus orígenes va ligado a la esclavitud, y de ver a las mujeres como un objeto sexual, ya que ellas son las más afectadas de tan atroz sufrimiento; dicho fundamento es evidenciado con las cifras que data la Organización Internacional para las migraciones (OMI), de las cuales existen 2 millones de víctimas anuales, distribuidos por el 80% en mujeres y niñas, y el 50% de menores de edad, cifra que ha sido difícil de controlar.
Las agencias por ejemplo, al ser Cartagena Distrito Turístico y Cultural, corremos con una gran responsabilidad sobre esta problemática, puesto que somos la vitrina de nuestra ciudad, que a través de nuestros portafolios, ilustramos a los visitante lo que significa llegar a Cartagena, sin embargo, sus calles históricas aún viven el vacío que genera esta explotación, que sin preguntar a aquellas víctimas manifiestan el dolor y la agonía que sufren por dentro, por tal razón, y no es difícil de considerar, las agencias tenemos el deber ser de mostrar que no aceptamos ninguna clase de manifestación en contra de la dignidad humana. NO más explotación sexual, no es justo saber que por cada dieciocho segundo, sea violada una mujer, NO es necesario ser víctimas para no aceptar este placer demoniaco que solo genera sufrimiento.
Ahora lo que nos resta, es luchar que cada día sea real las cifras de explotación sexual, que el miedo no sea la excusa para no denunciar, porque Dios no nos a dado espíritu de cobardía, si no de poder, amor, y dominio propio.